AFP
Caracas, Venezuela
“¡Pita, árbitro, pita!”. Yorsibeth Terán lleva el silbato en un partido de baloncesto en una barriada de Caracas, hasta hace poco escenario de extrema violencia. Una oenegé la forma en este oficio al igual que a una veintena de jóvenes en estas zonas empobrecidas.
La cancha está recién pintada en El Cementerio, que debe su nombre a un gigantesco camposanto famoso por la profanación de tumbas y que era controlado por delincuentes con armas de guerra.
“Juguemos por un mundo con más amor y menos violencia”, se lee en un afiche en la entrada de esta instalación deportiva. “Deja que tu fe sea más grande que tu miedo”.
Vecinos observan desde sus casas las prácticas, algunos toman café.
Yorsibeth, de 18 años, estudia arbitraje con la ONG Caracas Mi Convive, que ofrece otros cursos como panadería, repostería, barbería y artes gráficas a chicos que crecieron rodeados de violencia y muerte.
Hace poco más de un año, en julio de 2021, quedaron en medio de las balaceras que se prolongaron por dos días durante una operación policial de 2.500 agentes de seguridad para ocupar El Cementerio y otros barrios vecinos.
“La experiencia que hubo con el enfrentamiento de bandas contra policías fue muy mala”, recuerda Yorsibeth sobre estos operativos que dejaron 22 delincuentes abatidos y cuatro uniformados muertos.
Yorsibeth ya se formó como pastelera, oficio en el que trabaja y genera ingresos para ayudar en casa. Y ahora se cuelga el silbato, entra a la cancha y con velocidad se mueve de un lado arbitrando baloncesto.
“Quiero hacer sentir orgullosos a mis padres y que los niños de mi barrio me vean como un ejemplo a seguir, que no solamente pueden ser ladrones, si no también pueden ser árbitros o jugadores”, cuenta.
“Pasillo de la muerte”
Venezuela registra una de las tasas de violencia más altas del mundo, con unas 11.000 muertes violentas en 2021, según el Observatorio Venezolano de la Violencia, a razón de 40,9 muertes por cada 100.000 habitantes, unas siete veces el promedio mundial.
Las prácticas son ofrecidas en Santa Eduvigis, un barrio que colinda con El Cementerio, otrora usado como un pasadizo por pandilleros de los barrios que lo bordean.
Para llegar a la cancha hay que atravesar un corredor que fue considerado “el pasillo de la muerte”.
A “mucha gente le daba miedo caminar por aquí porque no se sabía en qué momento se podía presentar un enfrentamiento”, recuerda Saray Figueredo, quien se convirtió en activista social luego de vivir la amarga experiencia de ver morir a su hermano mayor, quien fue pandillero.
“Podías perder tu vida por una bala perdida”, remarca Saray, empeñada en cambiar la imagen de estos sectores marcados por la criminalidad y la pobreza extrema, que en Venezuela alcanza a más del 76% de la población, de 30 millones de habitantes, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2021, coordinada por la privada Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
“Queremos que la gente vea la otra cara de la moneda, esa cara donde los jóvenes son productivos”, reflexiona Saray.
Nuevas bandas
Es sábado y Miguel Ruiz, instructor de baloncesto de 44 años, encesta el balón desde la máxima distancia durante un partido donde los 26 alumnos, incluida Yorsibeth, se foguean como árbitros y oficiales de mesa.
Aprenden reglas la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), señalizaciones, tiempo de juego y cómo llevar un partido.
Algunos estudiantes han tenido problemas de drogas o posesión de armas. “Tratamos que se alejen de esa situación y entren al mundo del baloncesto”, añade sonriente Miguel, del Círculo de Árbitros y Oficiales de Mesa del Distrito Capital.
Sin embargo, el anhelo de dejar atrás la violencia es amenazado por el surgimiento de nuevos grupos delictivos que han tomado el lugar de los que fueron “neutralizados” en 2021.
“Se ha incrementado la inseguridad, vivimos bajo miedo, ahora roban y pasan muchas cosas, antes no robaban porque no estaba permitido (por los malandros), no era una mejor vida, pero si vivíamos más tranquilos”, contó uno de los chicos.