Mié. Oct 9th, 2024

El sueño inconcluso (II de II)


Sucesos: El partido de los comunistas cubanos, el PSP, se apoderó de la Seguridad del Estado desde principios de la revolución, y puso al frente de ella a un hombre formado por el KGB.

  • Manolo Salvat.

Carlos Alberto Montaner

Washington, EE.UU.

Los tiempos de Jruschov
Eran los tiempos de Jruschov. Éste creía que el futuro sería comunista. Pensaba que USA era una gigante “aldea Potemkin”. El primer objeto había salido de la Tierra con rumbo al espacio sideral. Era ruso. La carrera espacial la estaba ganando la URSS. Había razones para estar confundido.

En 1966 no era así. Pero ¿qué hubiera podido hacer Eisenhower en el último año de su segundo mandato, en 1960? Acaso, entender la peligrosidad de Fidel Castro, y admitir que América Latina era una región más de la parte europea, sujeta al reto comunista, y actuar en consecuencia. Eso quería decir que debía comprometer abiertamente sus ejércitos, y no tratar de esconderse inútilmente detrás de la CIA, creada al comienzo de la “Guerra Fría”, a fines de los años cuarenta.

Sólo que ese curso de acción contradecía el prejuicio, muy extendido, que indicaba que América Latina no era parte del mismo sistema de valores de las naciones de Occidente, suscrito por Eisenhower, y Fidel Castro no debía ser tomado en serio por sus adversarios. (Se cuenta en Cuba, sotto voce, que en ese primer viaje a USA, después del triunfo de la revolución, un congresista borracho, republicano o demócrata, para el caso da absolutamente igual, se le quedó mi rando a Fidel Castro, y tratando de tomar sus manos, divertido, sólo le dijo: “¡Oh, Fidel Castro, Cha-Cha-Cha!”. El Máximo Líder, como se le llamaba entonces, se le quedó mi rando con cierto estupor).

Un libro sobre Cuba del 59 al 66
Me dio una gran alegría que el autor reuniera en un tomo a tantos amigos dispersos o, incluso, muertos o fusilados: Virgilio Campanería, Manolo Salvat, Alberto Muller, Joaquín Pérez Rodríguez, José Basulto, Juanito de Armas, Emilio Martínez Venegas, Nicolás Pérez, Huber Matos, Rolando Cubelas, Miguelón García Armengol, Ramón Cernuda, Luis Fernández Rocha, Ignacio Uría, Pedro Subirats, José María de Lasa, Miguel Lasa, Pedro Roig, José Antonio González Lanuza, José Ignacio Rasco, Manuel Artime, Fernando García Chacón y tantos otros que harían de esta crónica un catálogo inservible de nombres.

Se me ocurre que los mismos escrúpulos que tuvieron Muller, Salvat y Ernesto Fernández Travieso para aceptar ayuda de la CIA fueron compartidos por todos los grupos y personalidades que se incorporaron a la lucha en esa primera hornada: ¿Hasta qué punto era honrado aceptar ayuda económica de la CIA?

José Miró Cardona, el ingeniero Manuel Ray y el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), Manuel Artime al frente del Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR), Tony Varona con su Rescate Revolucionario (RR), y todas las organizaciones con sus siglas a cuestas tenían serias dudas sobre si aceptar la ayuda que les ofrecía la CIA. Quizás no sabían que la colaboración entre la URSS y Fidel Castro comenzó desde que empezara la revolución.

Angelito Martínez Riosola
En efecto: el partido de los comunistas cubanos, el PSP, se apoderó de la Seguridad desde principios de la revolución, y puso al frente de ella a un hombre formado por el KGB. El 4 de marzo de 1960, cuando Eisenhower se convenció de la deriva comunista de Fidel Castro, y le pidió a la CIA que armara una respuesta, ya era muy tarde. Ese mismo día había llegado, desde Curazao, el general soviético Francisco Ciutat de Miguel a hacerse cargo de la defensa de la tiranía comunista que había surgido en Cuba. En la Isla se llamó “Angelito Martínez Riosola” por designación directa de Fidel Castro.

La CIA no fue nada eficaz combatiendo al KGB. Incluso, casi pierde en Guatemala en 1954. Pese a ello, le encomendaron al mismo equipo que preparara un plan de respuesta. Las infiltraciones que realizó tras la Cortina de Hierro fueron todas aniquiladas. Era, como se decía en Cuba, “Mono contra león y mono amarrado”.

Salvat acabó vendiendo libros en Miami, Miró Cardona enseñando Derecho en Puerto Rico, Ray ejerciendo su profesión de constructor de casas baratas prefabricadas. En fin, la primera hornada se conformó con “el sueño inconcluso”. Santiago Álvarez me dijo, desconsolado, que los Kennedy hubieran resuelto la cuestión, pero no sé. Tendrían que utilizar los ejércitos de USA o esperar a que la incapacidad de producir bienes y servicios, inherentes a la economía colectivista, provoque ciertos cambios que den al traste con el sistema. En eso estamos.