Fausto Jiménez
Santo Domingo
Final de película. Sí: pocos creyeron que un guión en San Luis sería el best seller, pero Albert Pujols confirma que su grandeza es tinta indeleble sólo para leyendas, porque llegar a los 700 cuadrangulares no ha sido más que la punta del iceberg en una gesta “imposible”.
El más grande pelotero fuera de Estados Unidos termina una carrera de la manera más ruidosa jamás esperada, cruzados los 42 eneros y en su vigésimo segundo año, con un desempeño que “de ñapa” supera el retiro y último trienio de Hank Aaron, quien terminara en igual edad y misma cantidad de estaciones.
Cuando pegó sus primeros bambinazos en abril, sus probabilidades de conseguir alguna de las gestas septembrinas sólo serían surrealismo, estadísticamente improbable, porque así lo sentenciaba un pasado reciente que amenazó confinarle a un destierro infamante.
Venía Pujols de dos años troceados -aún con decente desempeño- en sus magras oportunidades de juego, desahucio incluido con Los Ángeles Angels: el cuadro perfecto de un adiós de la peor manera, para quien había marcado la impronta de una legenda.
Sólo había conectado 23 tetrabases en 148 partidos entre 2020 y 2021 (uno cada 18.6 turnos), donde su rol mayormente quedaba relegado ante lanzadores zurdos, con muchos turnos como emergente.
Llega el monstruo
Pujols tuvo dos tercios de campaña que no dejaban dudas sobre un final con retiro adelantado: cuatro jonrones en 40 partidos (78 turnos), proyectando apenas ocho a diez al final.
Pero despertó la fiera que contra todo pronóstico arrebató una titularidad ininterrumpida desde 2001. Y el terrífico cañonero en agosto explosionó con ocho vuelacercas en 23 encuentros (¡jonrón cada 7.6 turnos!).
En el mes de Augusto, La Máquina hasta tuvo sendos partidos de múltiples jonrones, lo que intenta repetir en el siguiente tras su proeza que llegó de golpe y porrazo el histórico 23 de septiembre.
Cuando dio su 700mo, sólo el temerario jonronero… ¡tenía que ser Aaron (Judge)! pudo dar más tablazos completos que el dominicano en el lapso agosto-septembrino (16 a 14).
Y a pesar que septiembre fue el mes de la proeza jonronera, fue el octavo del año el que encendió la mecha explosiva. Pujols en cinco partidos pegó cinco vuelacercas (del 14 al 20). En agosto, no sólo fue poder, también estuvo viendo la bola como un melón, al batear .364 de promedio. Era la estadística elevada a la potencia del talento fuera de serie.
Una proeza elevada al cuadrado.
Septiembre ha sido casi un calco de la estruendosa actuación del inefable Cardenal, en el mayor regreso que se recuerde de un longevo en la historia. Dio seis bambinazos en 65 turnos (la saca cada 10.8): también fuera de parámetros normales.
Pujols vence a Aaron
El mejor slugger latino de la historia comparte la cima del béisbol con el gigantesco Hank Aaron (755 cuadrangulares), como los únicos con las cuatro patas (3000 H / 700 HR´s / 2000 CE / 1400 extrabases -EB.
Sin embargo, la estatura de Pujols (700 HR´s al día de escribir) no tiene comparativo alguno con el Mayordomo Aaron, cuando se habla de longevidad al más alto nivel. En las últimas tres campañas de ambos (a los 42 años), sus registros lo superan “por la milla”, al momento del artículo.
Mientras el indomable Cardenal tomó 719 turnos, con 44 tablazos de cuatro esquinas, promediando uno cada 16.3 turnos; contra un Aaron que jonroneó 42 veces en 1,076 viajes oficiales al plato (25.6 por cada cuadrangular).
Veamos el resto de los “cuatro golpes” (CE, promedio bateo y extrabases –EB- por turnos durante el último trienio de los dos mayores sluggers (conjunción poder/producción) de la historia.
El grandioso Cardenal promedió una impulsada por cada 5.4 turnos, bateó .245 (176 hits) y un extrabase cada 11 viajes al plato; mientras el mayor de los garroteros remolcó carrera cada 6.6 turnos, promedio de bateo de .250 (262 H), con un EB por cada 13 turnos oficiales.
Pujols ha sido pletórico en su adiós, dando 21 vuelacercas, con 58 remolcadas (a la fecha), ante un Aaron con 10 HR´s y 35 CE en su 22° curso; clara evidencia de que el dominicano terminó mucho más consistente que su émulo, testimoniado en la proporción de turnos.