Ángel Lockward
Santo Domingo, RD
El enorme Brasil, con una población de 212 millones 148 millones de electores es la democracia más poblada de América Latina y, el domingo tiene una cita electoral trascendente que protagonizan, Lula Da Silva, el líder de izquierda moderada que terminó su segundo periodo – 82% de aprobación en 2011- como el mandatario más popular del mundo tras haber sacado a 43 millones de brasileños de la pobreza quien encabeza todas las encuestas con el 47% de la intención de votos nominales y, un 52% cuando se restan los indecisos o nulos por lo que, es casi seguro que gane las elecciones, sin necesidad de una segunda vuelta.
Por el otro lado el actual presidente, el ultraderechista Jail Bolsonaro, en cuya gestión el gigante suramericano parece haber retrocedido en los órdenes económicos, sociales y del Estado de derecho con políticas públicas discutibles como la de rearme de la población civil para enfrentar la delincuencia, a quien apoya el 32% de los electores según Dataforha, otras firmas le dan sólo un 31% y hasta un 34% de voto útil.
Hace cuatro años, a finales de agosto Lula era favorito con un 37.3% frente a un Bolsonaro que apenas alcanzaba el 18.3% cuando el Tribunal Superior Electoral vetó la candidatura del expresidente que terminó cumpliendo 19 meses en prisión, casi la mitad del periodo de Bolsonaro: Al Presidente de Brasil entonces no le eligieron los ciudadanos, sino el sistema de justicia que impidió la participación del favorito.
Las elecciones de este domingo no se dan en un ambiente de polaridad, puesto que hay una diferencia porcentual bastante pronunciada, pero si en el marco de una crispación confrontacional entre los dos protagonistas electorales, tanto que al llegar al debate hace unos días, al saludar Lula a Bolsonaro, el segundo no sólo se negó a estrechar su mano, sino que completó el gesto diciéndole que no saludada a un ladrón. Lula le respondió llamándole idiota.
La importancia de la elección para la región, sin embargo, va más allá de la enemistad entre sus dirigentes que representan modelos de Estado muy distintos; Bolsonaro, a veces llamado el Trump latinoamericano, es casi autárquico y sin visión regional, Lula por otra parte, como presidente fue integracionista, abierto y colocó a su país en el camino de ejercer influencia mundial por ello en el mosaico político del subcontinente la decisión de los brasileiros tendrá efectos.
Las fuerzas conservadoras en América Latina han perdido empuje y, en la actualidad, los gobiernos de izquierda o simplemente de outsiders – antipartidos – hacen mayoría, pero no armónica; vamos desde Alberto Fernández en Argentina, pasando por Gabriel Boric de Chile, Castillo de Perú y Gustavo Petro de Colombia, para solo citar a algunos, todos amigos de Lula, hasta más radicales, incluso dictaduras electorales como Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua o Nayid Bukelet en El Salvador: Lula, por su experiencia y el peso de su país, podría jugar el papel de líder regional que hoy no existe.
Habiendo dejado atrás – con su sustrato de fracaso- las políticas integracionistas del ALCA – hace 30 años- , tras la que vinieron algunos acuerdos de comercio bilaterales y regionales, hace 20 años, el espacio de América Latina en la agenda norteamericana, se ha circunscrito básicamente a migración y narcotráfico y, eso que se agravó con la Administración anterior – bastante caótica – no ha sido mejorado en la actual que chocó de frente con el tema de la pandemia y la guerra de ucrania: La elección en Brasil podría proveer el liderazgo regional que reencause las relaciones con Estados Unidos, puesto que es obviamente más fácil que el Presidente Biden se entienda con Lula que con Bolsonaro.