Monseñor Jesús Castro Marte
Santo Domingo, RD
La situación política y social de la República de Haití es compleja, ya que viene experimentando un proceso de deterioro continuo de sus instituciones, agravando con esto la crisis socioeconómica que atraviesa este lado de la isla. Es importante que estemos conscientes de la situación que vivimos como país, y no cometer acciones que puedan generar contradicciones y conflictos internos entre los dominicanos y haitianos que viven pacíficamente en nuestro país.
La República Dominicana, desde mi perspectiva, no lacera el intercambio socio-cultural que en los últimos cien años existe entre estos pueblos, por ejemplo, mantenemos un intercambio comercial por décadas, un comercio transfronterizo a través de los mercados binacionales que se efectúan semanalmente en la frontera noroeste y suroeste, esta actividad debe preservarse e incluso trabajar para que pueda intensificarse. Solo hace falta dar fiel ejecución a las disposiciones del Derecho Internacional, implementar las políticas migratorias y respetar la dignidad de la persona humana como valor supremo. No podemos aposentar temores, solo hay que ceñirse estrictamente a lo que estipulan los protocolos internacionales y los dictámenes de las instancias competentes.
Es preocupante el ambiente de violencia y caos que han generado las bandas de crimen organizado, las cuales empleando métodos terroristas en contra de la población indefensa de Haití mantienen ese país en un estado de presión social y de violencia continua. Estos grupos deben ser sometidos al orden, mediante la creación de organismos de coerción y seguridad con niveles de desempeño racionales y responsables. Superar esta situación no será posible sin el apoyo y la intervención de la comunidad internacional, puesto que las autoridades anteriores y actuales han mostrado deficiencia en la organización del estado y la instauración del orden público.
En esencia, Haití, en la actualidad es un estado que carece de los mecanismos para suplir sus necesidades esenciales, lo que ha devenido en que sus ciudadanos se muestren airados e incontrolables en la exigencia de sus derechos y a todo esto auspiciados por movimientos políticos, situación que ha generado que se produzcan saqueos a todo tipo de comercios el secuestro sea un estilo de vida.
A nuestros soldados, que conforman nuestra gloriosas Fuerzas Armadas y sus dependencias, corresponde por mandato constitucional salvaguardar nuestra frontera terrestre, marítima y aérea. En este aspecto sólo cabe exhortarles a continuar cumpliendo con su deber, respetando los derechos fundamentales de todas las personas. De igual manera, la República Dominicana, a través de su Ministerio de Relaciones Exteriores y todas las demás instancias que tengan incidencias en este tema, deben continuar abogando y apostando, para que la comunidad internacional asuma un rol de responsabilidad con relación a Haití y su dramática y desesperada situación, respetando desde luego, su cultura y estilo de vida.
Confío plenamente en la labor de nuestras instancias sectoriales de Estado que trabajan el tema de la relación bilateral con Haití, y en las intenciones y acciones de nuestro gobierno en lo concerniente a su política de seguridad y salvaguarda de las fronteras, así como la integridad y protección de nuestra ciudadanía.
Compartimos lo expresado por el Presidente Abinader, al señalar que la situación de Haití no solamente plante problemas migratorios, sino que es un problema internacional, con serias implicaciones de seguridad nacional e internacional. El pueblo dominicano entiende que frente al drama haitiano, ha sido el pueblo más solidario con Haití, y desea contar con un vecino estable, seguro y en progreso, pero siente que los poderes internacionales, abusivamente, están descargando sus enormes y complejas crisis en la República Dominicana, que ya tiene sus propios problemas estructurales. Quiero reiterar que la República Dominicana no puede asumir la problemática haitiana, por lo que estamos contestes con el clamor de justicia y verdad del pueblo y del gobierno dominicano, en el sentido de buscar una solución urgente a los problemas de Haití en Haití.
Me permito sugerir a las autoridades encargadas de las políticas migratorias algunas medidas, que desde mi perspectiva, podrían ser empleadas dentro de las acciones que se están empleando en la actualidad:
Haití y sus problemas plantean un serio desafío internacional, la solución permanente debe venir de un concierto internacional serio y consecuente, que no escatime recursos. Hasta ahora, como admitió recientemente la Organización Estados Americanos (OEA), no se ha logrado, y esto es preocupante, pues, desde el año 1992 se han sucedido diez misiones internacionales. En las circunstancias actuales, la República Dominicana debe:
1. Redoblar sus esfuerzos de salvaguardar sus fronteras, poniendo atención a las denuncias que constantemente salen a la luz pública, basadas en el tráfico ilegal de nacionales haitianos por la frontera;
2. Continuar potenciando el desarrollo fronterizo, la aplicación justa y racional de la Ley de Migración, el desarrollo de una política de nacionalización del trabajo en aquellos sectores donde prima la mano de obra haitiana sobre la dominicana (agricultura y construcción);
3. Avanzar hacia la modernización, tecnificación y mecanización de los sectores productivos estableciendo un registro de identificación biométrica.
Estas son las políticas prioritarias de orden interno, que deben reforzar y hacer creíble la política exterior, para proveer las soluciones y fomentar la coexistencia en paz y prosperidad de las dos naciones que comparten una difícil convivencia en la isla de Santo Domingo.
Y dicho esto, he de ser justo y responsable con lo que ahora voy a decir, rogando no se malinterprete en uno u otro sentido: es importante que nuestro país luche cada día por preservar sus valores y su identidad, pero este esfuerzo loable y necesario siempre debe conducirse con mesura y prudencia, evitando echar leña a una relación ríspida, natural entre países vecinos con grandes asimetrías. En nuestra nación siempre hay una preocupación latente por lo que pasa en Haití, dado que, indirectamente nos afecta, sobre todo, por las múltiples tragedias que históricamente ha sufrido ese pueblo.
En fin, se requerirá todo un programa de fortalecimiento institucional de las Fuerzas Armadas, de seguridad y migración para que puedan cumplir con su misión, pero sobre todo respetando los derechos humanos y la dignidad de todos los ciudadanos en particular de los haitianos, que son los más vulnerables.