Guarionex Rosa
Santo Domingo, RD
La posible intervención militar de Estados Unidos y otros países en Haití es un trago tan amargo que hasta el momento el gran país que tiene una historia de presencia militar en el caribeño, al parecer piensa repetidas veces las ventajas, desventajas y consecuencias de dar el paso.
Estados Unidos no aguanta más las presiones de sectores políticos internos que creen que la situación de Haití va de mal en peor y que la única solución temporal podría ser el envío de varios miles de soldados que restablezcan la paz, el sistema de escuelas abiertas y ayuden a programar elecciones.
Las presiones no solamente vienen desde el interior del país, sino que República Dominicana, que antes disimulaba su deseo de que los “países amigos” intervinieran, ahora ha dado un paso de reclamo de que la misma se produzca cuanto antes porque sus intereses de comercio están en juego.
Al presidente Abinader le conviene que Estados Unidos le ponga caso a su reclamo. Él sabe que el presente no es el mejor momento para el principal socio comercial, que dentro de unos días tendrá elecciones parciales que pudieran definir el control del congreso entre republicanos y demócratas.
Abinader tiene todo bajo control del lado dominicano y buena parte de los otros políticos no tienen mucho que decir. Uno de sus contrincantes, Leonel Fernández explicaba sin mucha consistencia por qué no ordenó la construcción de una verja o muro en la frontera, lo que se está haciendo ahora.
También el líder dominicano tiene el problema de consumir el presupuesto en comprar armamentos, pagar viáticos y avituallamiento para la frontera, con el nuevo batallón con sede en Barahona. La frontera, sobre todo en momentos de conflictos con Haití, ha sido un mercado de diversos tráficos.
Si Estados Unidos no está en mejores condiciones para amagar y dar antes de las elecciones de noviembre, tampoco Brasil, uno de los amigos de Haití que podría participar en la intervención, tendrá la segunda vuelta de sus elecciones el 30 de octubre, por lo que pondría su mirada al tema interno.
Es difícil que un asunto tan sensitivo como la probable intervención extranjera en Haití pueda ser considerado por el presidente Bolsonaro, el presumido perdedor de los comicios complementarios de la fecha indicada, según dicen las encuestas. De ganar Lula da Silva no daría el paso.
Solamente una intervención extranjera con Estados Unidos a la cabeza podría sofocar la virulencia que han desatado las gangas en Haití y que contribuirían a otros males como el incremento de las drogas en el Caribe, la propagación de enfermedades difíciles de combatir y la inestabilidad política.
USA amaga a las gangas
Estados Unidos hasta ahora amaga a las gangas. Uno de los cabecillas del bandidaje, Jimmy Chérisier, conocido como “Barbecue”, armado hasta los dientes aunque muerto del miedo porque seguro conoce bien lo que hicieron los norteamericanos con el líder de ganga de Jamaica, Christopher Coke, conocido como “Dudus”.
Después de resistirse en los tugurios de Kingston, la capital del país, “Dudus”, el zar de las drogas que había hecho un imperio y un poder político, fue entregado a los marshalls de Estados Unidos en junio de 2010, luego de batallas campales que duraron varios días con saldo de numerosas muertes que sacaron a Jamaica de su somnolencia marihuanera y apreciado destino turístico.
El destino de “Barbecue” y de los otros líderes de gangas de Haití está echado. Después de los últimos episodios de vandalismo, que incluyeron el asalto a la estación distribuidora de petróleo de Varreaux, por parte de un grupo armado que llegó en botes desde la región sur del país, todo se puede esperar.
Aunque no decidiera antes de sus elecciones participar en la intervención, el presidente Biden despachó el martes a Puerto Príncipe al secretario adjunto, Brian Nichols, con la encomienda de dar respaldo al régimen tambaleante del primer ministro Ariel Henry y ofrecer apoyo a la Policía Nacional.
Estados Unidos quiere asegurarse de que las elecciones programadas sin fecha sean organizadas y que las escuelas sean reabiertas para que comience el año escolar. También que se mantenga la lucha contra las drogas y la trata de personas y que se contenga la migración haitiana hacia Estados Unidos.
Nichols visitó al primer ministro Ariel Henry y se reunió además con el llamado Grupo de Montana, un conglomerado empresarial, de las iglesias y los partidos políticos que tienen la intención de impulsar las elecciones próximas que le darían al país un nuevo presidente.
En paralelo, Estados Unidos mandó a la costa de Puerto Príncipe a un guardacostas de la Marina que al parecer trata de mostrar el músculo del país del norte y su decisión de intervenir en el caso de que la situación empeore. Es difícil entender cuánto más puede agravarse el problema haitiano.
El miércoles cuando Nichols y la comisión norteamericana llegaba a Haití, un grupo de hombres armados asaltó una comisaría de la Policía de Haití en Martissant, un enorme barrio de la capital, y se llevaron un vehículo blindado y numerosas armas. Como siempre se dice “el caso está en investigación”.
Sigue el pillaje
Los actos de pillaje han continuado en las provincias. En Cabo Haitiano turbas callejeras asaltaron oficinas del gobierno, al igual que en Gonaïves, cuna de la independencia de 1804. Estados Unidos tiene relaciones con Haití desde 1862, muchos años después de la independencia.
Se atribuye a Abraham Lincoln, quien dictó la liberación de los esclavos mediante la Proclama de Emancipación, haber dispuesto el reconocimiento del estado caribeño gracias a los susurros de su barbero haitiano, William Florville, según cuenta la historia no escrita de esas relaciones.
Hay serios oponentes en Haití a la intervención. Uno de ellos el historiador Pierre Buleau denunció que ni el gobierno ni el primer ministro Henry tienen calidad para pedir la intervención. Otro, el periodista, abogado e historiador, Georges Michel anticipó su crítica a la presencia extranjera en el suelo haitiano y fustigó al primer ministro.
Para mañana domingo el pequeño partido de izquierda Petit Desalin (en creole), que reivindica a los hijos políticos del padre de la patria Jean Jacques Dessalines, convoca a una manifestación frente a la embajada de Estados Unidos en Puerto Príncipe para rechazar la intervención y repudiar al gobierno.