Carlos Moreta
Santo Domingo
Desde que en las Grandes Ligas del béisbol estadounidense se adaptó como parte de reglamento las cifras de “juegos salvados” en el 1969, esta se ha convertido en la estadística de acumulación por excelencia entre los lanzadores relevistas.
A pesar de ser una indicación general de buenas actuaciones, como la mayoría de los registros de acopio, ésta carece de explicar los contextos, esto último evidenciándose en las actuaciones de los lanzadores Richard Rodríguez y Jairo Asencio en el curso actual del torneo 2022-23 de la Liga Dominicana de Béisbol Profesional (LIDOM).
De acuerdo con la estadística, Rodríguez (10) y Asencio (8) han sostenido actuaciones excelsas, pero que observando las cosas y auxiliándose en otras mediciones, el resumen final dicta un veredicto totalmente opuesto a lo que ésta refiere.
Tras accionar en tiempo de 16 entradas y dos tercios de labor, Rodríguez ha visto a sus rivales batear en su contra para un altísimo promedio de .250, seguido de poseer una efectividad en su promedio de carreras limpias de 2.70, dos apartados que difieren con su marca de partidos guardados.
De su lado, Asencio ha paseado por el montículo en 15 episodios y dos tercios, paso en el que ha parecido ser apabullado, tal como lo indican el porcentaje de bateo de sus rivales (.238), efectividad (3.45) y su efectividad independiente de la defensa (3.74).
Estos casos refieren al mismo sendero: lo engañoso y subjetivo que resulta la cifra de juegos salvados, en caso de no ser analizadas de la mano de otros apartados que ofrecezcan una visión más amplia de las cosas.
Y en esencia, ninguna estadística por sí sola puede explicar todo lo acontecido, siendo indispensable mantener una balanza entre distintos registros, aunque unos mantengan mayor importancia que los otros.
De forma específica, la data de números acumulativos debe visualizarse con discrepancia, pues estas no explican cómo sucedió el curso de las cosas, un hecho de lo que no escapan los juegos salvados.