AP
Washington
Los orígenes del COVID-19 siguen siendo difusos. Tres años después del inicio de la pandemia, aún no está claro si el coronavirus que provoca esta enfermedad salió de un laboratorio o llegó al ser humano desde un animal.
Lo que sí se sabe es que cuando se trata de la desinformación sobre el COVID-19, cualquier nuevo reporte sobre el origen del virus no tarda en provocar una recaída y el regreso de afirmaciones engañosas sobre el virus, las vacunas y las mascarillas que han resonado desde el inicio de la pandemia.
Volvió a ocurrir esta semana después de que el Departamento de Energía confirmara que un reporte clasificado había llegado a la conclusión —con un bajo nivel de certeza— de que el virus se había escapado de un laboratorio. En cuestión de horas, las menciones en internet a las teorías conspirativas sobre el COVID-19 comenzaron a surgir, y mucha gente dijo que el reporte clasificado demostraba que habían tenido razón desde el principio.
El reporte del Departamento de Energía se suma a otros intentos de científicos y autoridades por identificar el origen del virus, que ha matado a casi 7 millones de personas desde que fue detectado por primera vez en la ciudad central china de Wuhan a finales de 2019.
El reporte no se ha hecho público, y funcionarios en Washington recalcaron que varias agencias estadounidenses discrepan sobre el origen. El martes, el director del FBI, Christopher Wray, comentó a la cadena Fox News que la agencia ha evaluado “desde hace bastante tiempo” que los orígenes de la pandemia son “muy probablemente un posible incidente de laboratorio en Wuhan.”
Pero otros miembros de la comunidad de inteligencia estadounidense no están de acuerdo, y no hay consenso. Muchos científicos creen que la explicación más probable es que el coronavirus que provoca el COVID-19 pasara de animales a los humanos, posiblemente en el mercado de Huanan en Wuhan, una hipótesis respaldada por varios estudios e informes. La Organización Mundial de la Salud ha dicho que si bien el origen animal sigue siendo el más probable, la posibilidad de una fuga de laboratorio debe ser investigada más a fondo antes de poder descartarse por completo.
La viróloga Angela Rasmussen dijo que la gente debe tener la mente abierta sobre las pruebas empleadas en el análisis del Departamento de Energía. Sin embargo, señaló que sin evaluar el informe clasificado, no puede valorar si es lo suficientemente persuasivo como para cuestionar la conclusión de que el virus se propagó a partir de un animal.
“La mayoría de las pruebas siguen apoyando el origen natural”, dijo Rasmussen a The Associated Press el miércoles. “Soy una científica. Necesito ver las pruebas más que creer en la palabra del director del FBI”.
Sin embargo, muchos de los que mencionaban el reporte como demostración parecían poco interesados en las pruebas. En cambio, aprovecharon para decir que el documento también insinuaba que los expertos se habían equivocado sobre las mascarillas y las vacunas.
“Los cierres de escuelas fueron una medida fallida y catastrófica. Las mascarillas son ineficaces. Y perjudiciales”, afirmó un tuit leído casi 300.000 veces desde el domingo. “El COVID salió de un laboratorio. Todo lo que dijimos los escépticos era cierto”.
Las menciones en general del COVID-19 comenzaron a subir después de que The Wall Street Journal publicara el domingo un artículo sobre el reporte del Departamento de Energía. Desde entonces, las menciones a varias teorías conspirativas asociadas al COVID se han disparado, según un análisis realizado por Zignal Labs, una firma de inteligencia con sede en San Francisco, que fue compartido con The Associated Press.
Aunque la teoría de la fuga de laboratorio circula por internet desde que comenzó la pandemia, las referencias a la idea subieron un 100.000% en las 48 horas desde que se reveló el reporte del Departamento de Energía, según el análisis de Zignal, que revisó redes sociales, blogs y otros sitios.
Muchas de las teorías conspirativas se contradicen unas a otras, y a los hallazgos del reporte del Departamento de Energía. En un tuit el martes, la representante estadounidens Marjorie Taylor Greene describió el COVID-19 como “un arma biológica artificial china”. Un seguidor no tardó en contradecirla: “Se hizo en Ucrania”, afirmó.
Con tantas preguntas sin respuesta sobre un fenómeno mundial que se ha cobrado muchas vidas y trastocado muchas más, no es sorprendente en absoluto que el COVID-19 aún pueda generar tanto enojo y desinformación, explicó Bret Schafer, experto de la Alliance for Securing Democracy, una organización con sede en Washington que sigue la propaganda gubernamental sobre el COVID-19.
“La pandemia fue increíblemente desestabilizadora para todo el mundo. La intensidad de los sentimientos sobre el COVID, no creo que eso vaya a desaparecer”, dijo Schafer. “Y cada vez que surge algo nuevo, reaviva estas quejas y frustraciones, reales o imaginarias”.
En el pasado, funcionarios del gobierno chino han empleado sus cuentas en redes sociales para difundir teorías conspirativas contrarias a Estados Unidos, incluidas algunas que sugerían que Estados Unidos había creado el virus del COVID-19 y atribuido su liberación a China.
Por ahora, han respondido con más discreción al reporte del Departamento de Energía. En su respuesta oficial, el gobierno chino rechazó las conclusiones de la agencia, y las tachó como un intento de politizar la pandemia. En internet, la amplia red de propaganda y la red de desinformación de Beijing se mantenía casi en silencio, con apenas unas pocas publicaciones que criticaban o se burlaban del reporte.
“ÚLTIMA HORA”, escribió en Twitter un youtuber pro China. “Ahora puedo anunciar con ‘poca certeza’ que la pandemia del COVID comenzó como una fuga de la computadora de Hunter Biden”.