Dom. Abr 28th, 2024

La persona a la que todos llaman la mujer ‘fitness’, tiene detrás una historia que pocos conocen. Trabajó limpiando baños, arreglando camas, y hasta haciendo dulces para vender

Anthony y Sophia son la razón de ser de Haidy Cruz. CORTESÍA DE LA ENTREVISTADA

Haidy Cruz llegó de Estados Unidos el día antes de esta entrevista. Estaba siendo testigo, no sólo de la graduación de su hijo, de 22 años, sino también de los resultados del esfuerzo que hizo como madre soltera para llevarlo hasta ahí. Los taponamientos amenazaban con retrasar su cita en LISTÍN DIARIO. Finalmente llegó unos minutos después. Cuando avisan que ya está en la Recepción, cualquiera creería que va a encontrarse con una mujer estresada por la lucha que se coge en las calles de esta ciudad. ¡Pero nada que ver! Estaba tranquila, serena y sonriente como que nada había pasado.

Quedó claro que hace justicia al estilo de vida saludable que lleva y conduce a otros a llevar. Vestida de negro y muy bien puesta dejó su belleza en boca de todos los que la veían pasar. Nadie podía advertir que, detrás de lo que es ahora, hay una historia de dolor, de sacrificio, de trabajo, de caídas, de crecimiento… “Mira, Marta, yo nací en cuna de oro”. Fue lo primero que alcanzó a decir cuando inició la conversación.

“Vengo de un matrimonio disfuncional. Nunca supe lo que fue compartir un domingo con mi papá. Él siempre se iba para la calle, y recuerdo que le dejaba 50 pesos a mi madre”, para entonces era mucho dinero. “Y ya con eso creía que estaba cumpliendo”. Al decir esto deja claro que él estuvo ahí como figura paterna, pero nunca como “un papá”. Contarlo la conmueve.

Su padre era fiscal y nunca tenía tiempo para dedicarlo a su familia, aunque sí para salir y hacer vida fuera de la casa. “Yo moría por pasar un domingo en familia, que él estuviera ahí con nosotros, pero no lo pude vivir”. Esto marcó a Haidy, pero sin darse cuenta, fue la zapata que la hizo ser hoy una mujer fuerte.

El divorcio: el lado más triste

“Cuando yo tenía 15 años, mis padres se divorciaron y fue algo muy duro. Mi papá puso todos sus bienes a nombre de otra persona y dejó a mi mamá sin un centavo”. Se quiebra, pero continúa. “Recuerdo que un día llego del colegio con mi mochilita, y veo dos mecedoras y a mi mamá con sus maletas. No sabía lo que estaba pasando, pero de inmediato me di cuenta que ella se iba y me dejaba con mi papá”. Aquí ya no pudo más. El llanto fue más fuerte que ella.

Se sentó con su mochila a cuestas en un contén a contemplar sus miserias, no precisamente económicas, sino emocionales. “La culpé de abandono, no podía comprender por qué me dejaba”. Tardó en entender que su madre no tenía recursos económicos para darle la vida que llevaba al lado de su papá. La veía, aunque no con regularidad.

Dos años pasaron y Haidy se hizo bachiller. “Cuando le digo a mi papá que terminé y que voy a la universidad, yo con 17 años, me dijo que no me pagaría estudios. Ya mi mamá se había ido a Estados Unidos con mis dos hermanos, y me dice que me vaya para allá. Así lo hice”. Son tres hermanos de padre y madre, y dos por parte de su progenitor.

“Cuando llego allá, me dicen mis hermanos que tengo que trabajar”. No era mucho lo que sabía hacer, pero estaba dispuesta a ganarse la vida para poder hacer su carrera y echar hacia delante. “No fue nada fácil. En una cama pequeña dormíamos mi mamá, uno de mis hermanos y yo. A veces ponía dos almohadas en el suelo y ahí me acostaba”. Esto lo dice con orgullo porque ahí comenzó a ver la vida de otro modo.

“De tener yo dos nanas para que estuvieran pendientes de mí, pasé yo a ser la nana de otros niños. Con ese, eran cuatro los empleos que tenía al mismo tiempo. Trabajaba en un hotel lavando baños, tendiendo camas, haciendo de todo; trabajaba en una tienda, me levantaba a las 4:00 de la mañana hacer dulces con mi mamá para venderlos…”. Haidy no le tenía miedo al trabajo. Era más grande su deseo de superarse y levantarse, que la frustración que puede causar el pasar de tenerlo todo a no tener absolutamente nada.

“Llegué a tomar sólo agua de azúcar para poder pagar los estudios de mi hijo”

Hablar con Haidy Cruz deja muchas enseñanzas, aun el tema no sea el ‘fitness’. Es una madre dedicada, abnegada y disciplinada que ha querido a toda costa evitarles a sus dos hijos: Anthony y Sophia (de 22 y 11 años) vivir todo lo que le ha tocado a ella. No los tiene en una burbuja. Sólo ha buscado darles lo que entiende es lo mejor para su crecimiento emocional, como persona, y como profesional, en el caso del varón que ya se graduó de escritor y filósofo.

Se nota que, aunque el mundo del ‘fitness’ la ha ayudado a mantener su figura estilizada, no ha podido hacer lo mismo con su mente. Tiene una robusta preparación y un cerebro ávido de ‘engullir’ todo lo que le aporte para continuar superándose. A Haidy, ingeniera industrial con una maestría en Administración de Empresas, no le gusta presumir lo que sabe. “A mí lo que me apasiona es que la gente lleve una vida de calidad, y que sepa que no importa cuántas veces una se caiga, hay que levantarse y seguir intentándolo hasta lograr los sueños. ¿Que a veces da trabajo? Sí, pero se puede, y se lo digo yo”. Esta parte la aborda con firmeza, mientras se pasa la mano por su cabeza y parece hacer gala del lacio de su cabello.

Su segunda hija

Haidy cree en el amor. En nombre de ese sentimiento fue que decidió establecer otra relación, de la cual nació su hija. “A ella también he tratado de darle, no sólo el amor de madre que tengo para mis hijos, sino las herramientas necesarias para que tenga éxito en la vida, para que logre sus sueños de forma honesta y apegada a los buenos principios”. Ella rompió el patrón de conducta que repitió para evitar que sus vástagos continuaran haciendo lo mismo.

“No descarto casarme en algún momento, porque creo en el amor, en la pareja, pero de verdad, en lo que más creo es en el amor de madre, porque no hay nada en el mundo más hermoso que eso. Yo era fuerte cuando me vi en la situación difícil que me tocó vivir, pero después que tuve a mi primer hijo, me volví más fuerte”.

Cuando tuvo a su niño y se separó de su pareja, estuvo “rodando” por unos meses. “Era promotora, modelaba, y andaba con mi bebé encima. Terminaba de hacer el trabajo y de una vez amamantaba a mi niño. Recuerdo que Alex Macía me llamaba para que hiciera algún trabajito y me iba con mi muchacho”. Contar esto la pone feliz porque es una etapa superada.

Luego vuelve a Estados Unidos, y regresa más tarde a su país, pero esta vez, cargando con una maleta repleta de sueños cumplidos y de una base sólida para hoy llevar un mensaje de superación para todas esas mujeres que atraviesan por situaciones difíciles. “Mujeres, se puede, no desmayen, sigan hacia delante”, concluye con esta entrevista que mostró su historia detrás del éxito.

Sepa más

Haidy quería ser profesional para poder servir de ejemplo a sus hijos. Contra viento y marea logró graduarse, ya en el país, de ingeniera industrial. La maestría la hizo en Estados Unidos. En Harvard también se realizó con una capacitación. “Fue algo corto, pero de mucho provecho para mí y para lo que hago”. Es humilde y le resta importancia a esta experiencia sabiendo que hay quienes dan cuenta hasta de una visita que hagan a esa universidad.

Lo más importante en su vida no es hacer alarde de lo obtenido, sino valorar el sacrificio que hay detrás de su éxito. “Mira, te puedo decir que yo llegué a beber agua de azúcar, así como lo oyes, para ahorrar lo más que pudiera para pagar los estudios de mi hijo, y hoy estoy orgullosa de entregar a la sociedad un joven profesional y que valora el esfuerzo”. Su rostro evidencia el sentir de una madre satisfecha con el sacrificio hecho.

Hablar con la persona que es hoy quien por años anduvo con una “mochila” de traumas sin resolver, es hasta negarse a creer que le han sobrado las fuerzas para convertirse en una empresaria del área del ‘fitness’ con reconocimiento internacional. Haber ganado más de 10 competencias, por ejemplo, o ser escritora del libro ‘Sin Dieta Ni Excusas’, y destacarse en sabrá Dios cuántas cosas más, no superan las enseñanzas que Haidy acumuló cuando trabajó hasta el cansancio para poder presentar hoy, la otra cara de la moneda.