Lun. Nov 18th, 2024

A medida que se multiplican los centros de datos, fundamentales para la vida digital, la huella de carbono del sector tecnológico aumenta.

Pero algunos expertos creen que la precipitada carrera hacia la IA está distrayendo la atención de los riesgos medioambientales.AGENCIAS/

WASHINGTON, EEUU

A medida que se multiplican los centros de datos, fundamentales para la vida digital, la huella de carbono del sector tecnológico aumenta, pero la inteligencia artificial (IA) podría reducirla, según sus promotores.

Hay mucho en juego: para 2025 se prevé que el sector consuma el 20% de la electricidad producida en todo el mundo y sea responsable del 5,5% de las emisiones totales de carbono.

Además, es probable que la proliferación de usos y aplicaciones cada vez más demandantes de energía acelere aun más este ritmo.

“La caja de Pandora está abierta”, reconoció Arun Iyengar, director ejecutivo de Untether AI, empresa que busca fabricar semiconductores de menor consumo energético para la IA.

“Podemos utilizar la IA para mejorar las aplicaciones y hacerlas compatibles con los requisitos climáticos, o no hacer nada y sufrir las consecuencias”, afirmó.

La transformación de los servidores de datos del mundo para que estén preparados para la IA está en marcha, un proceso que un ejecutivo de Google calificó como “un punto de inflexión en la informática que ocurre una vez en una generación”.

Carrera por la eficiencia energética

El desarrollo de herramientas de IA generativa, como el chatbot GPT-4, base del éxito de ChatGPT, o el Palm2 de Google, para Bard, implica dos etapas, ambas de gran consumo energético: la del “entrenamiento” y la de la ejecución.

Investigadores de la Universidad de Massachusetts que probaron estas herramientas en 2019 descubrieron que entrenar un solo modelo de IA puede representar una cantidad de emisiones similar a las de cinco automóviles a lo largo de su vida útil.

Un estudio más reciente de Google y la Universidad de California Berkeley estimó que el adiestramiento de GPT-3 supuso emisiones de 552 toneladas de carbono, tanto como conducir un automóvil por dos millones de kilómetros.

El modelo de última generación de OpenAI, GPT-4, está entrenado con alrededor de 570 veces más parámetros (o entradas) que se predecesor. La escala de estos sistemas no hará sino crecer a medida que la IA aumente de potencia y ubicuidad.

En el centro de este desarrollo se encuentran los procesadores gráficos, o GPU, fabricados por Nvidia, que consumen mucha energía.

Una vez completado el entrenamiento, el uso de herramientas de IA generativa a través de la nube también requiere energía a través del consumo vinculado a las peticiones recibidas. Y este gasto supera con creces al del entrenamiento.

Ahora bien, como ya no se necesitan procesadores potentes para los servidores en la nube, las empresas podrían optar por soluciones más respetuosas con el medioambiente.

Amazon Web Service (AWS), Microsoft y Google, los principales actores de la nube, afirman querer reducir su consumo de energía.

AWS anunció que aspira a la neutralidad de carbono para 2040, mientras que Microsoft pretende ser “una empresa con emisiones negativas y cero residuos” para 2030.

Entre 2010 y 2018, el consumo de los centros de datos en todo el mundo aumentó solo un 6%, a pesar de que su uso se incrementó un 550%, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE).

Calentamiento global

Para sus promotores, la huella de carbono de la IA no es problemática.

“Cuando tengamos una superinteligencia realmente potente, afrontar el calentamiento global no será muy difícil”, afirmó Sam Altman, fundador de OpenAI (ChatGPT).

“Esto demuestra cuán grande debemos soñar. Imagina un sistema al que puedas pedirle ‘dime cómo producir mucha energía limpia y barata, cómo capturar carbono de forma eficiente y cómo construir una fábrica que pueda hacerlo a escala global'”, continuó.

El director de Nvidia, Jensen Huang, cree que el despliegue masivo de la IA y la mayor rapidez de los instrumentos informpáticos podrían acabar provocando una reducción de la demanda de la nube y, por tanto, del consumo del sector.

Gracias a la IA, los ordenadores portátiles, los teléfonos inteligentes y los automóviles podrían convertirse en supercomputadoras de bajo consumo que no necesiten recuperar datos de la nube.

“En el futuro, tendrás un procesador diminuto en tu teléfono y el 90% de los píxeles se generarán, el 10% restante se recuperará online, en lugar del 100% actual, por lo que consumirás menos”, dijo a Huang a periodistas.

Pero algunos expertos creen que la precipitada carrera hacia la IA está distrayendo la atención de los riesgos medioambientales.

“Las grandes corporaciones están gastando actualmente una cantidad enorme para desplegar la IA. No creo que les preocupe todavía el impacto medioambiental, pero creo que ese momento llegará”, se ilusiona Arun Iyengar.