Vie. Nov 15th, 2024

Su ejecución fue sumaria, sin orden de un juez y por tanto sin un juicio por tomar las armas contra un gobierno constitucional que se vendía como democrático.

El coronel Francisco Alberto Caamaño Denó en un momento de descanso durante los entrenamientos en las montañas de Cuba, previo al desembarco en Azua, el 2 de febrero de 1973.ARCHIVO

A Claudio, Hamlet y Fabiola, mis hermanos

Hay suficiente documentación testimonial de que el coronel Francisco Caamaño, líder militar de la Guerra de 1965 y firme combatiente de la agresión de la soldadesca de Estados Unidos que acudió a salvar el pellejo de los fascistas derrotados, fue capturado vivo y luego fusilado por órdenes del presidente Joaquín Balaguer, cuando estaba al frente de una escuadra guerrillera en la cordillera Central, hace hoy 51 años.

Su ejecución fue sumaria, sin orden de un juez y por tanto sin un juicio por tomar las armas contra un gobierno constitucional instalado por el voto popular, pero bajo el terror descomunal contra los opositores a un gobierno (el de Balaguer en 1966) impuesto por los militares estadounidenses que hicieron naufragar las armas dominicanas que clamaban la restitución de la Constitución de 1963 sin elecciones y retornar a Juan Bosch en el poder, del que fue destronado año y medio antes.

El Caamaño que caía asesinado por el mando militar de 1973, cumpliendo órdenes conminatorias de Balaguer: “¿Ustedes –los militares- tienen cárcel para un hombre como Caamaño?”, fue el primer ejemplo latinoamericano de un militar patriota que se enfrentó a la corrupción en los cuarteles y luego asumió su deber de asestar un contragolpe a los militares fascistas que derrocaron a Bosch.

Su dimensión patriótica se agigantó cuando 42,000 soldados estadounidenses, encabezados por la 82va. División Aerotransportada que ya venía operando en Viet Nam, agredieron la patria de Duarte, Sánchez y Mella, para salvar el pellejo de las tropas golpistas que habían sido derrotadas en el Puente Duarte y se recluían en San Isidro donde en breve serían asaltadas por los Constitucionalistas de “Caamaño, Montes Arache y Lachapelle”.

Luego de rechazar con los más duros epítetos propios de un guardia viejo los llamados de rendición que le hizo el embajador de Estados Unidos que los había invitado a la Embajada, Caamaño salió directo hacia el Puente Duarte donde cientos de militares constitucionalistas y civiles desarmados bloqueaban el paso a las tropas fascistas liderados por el general golpista Elías Wessin.

Ahí, en el fragor del desigual combate de fusiles y ametralladores contra tanques, aviones, carros artillados e infantería militar golpista, Caamaño descubrió la más formidable arma de combate: un pueblo levantado por sus derechos.

Políticos manilos

Los políticos, con Bosch a la cabeza, no estuvieron a la altura del paso heroico de Caamaño, Fernández Domínguez, Hernando Ramírez, Montes Arache, Mario Peña Taveras, Lora Fernández, Amaury Germán, Fafa Taveras, Juan Miguel Román, Fidelio Despradel, Narciso Isa Conde…; los internacionalistas Ilio Cappozi (italiano), André Riviére (francés), Jacques Viau (haitiano) y el pueblo llano integrado por obreros, jóvenes y campesinos llegados de las tres regiones del país.

Esa inconsecuencia política y la falta de fe en un pueblo que era capaz de llevar la resistencia popular a todo el territorio nacional, obligó a Caamaño y al resto de los constitucionalistas a pactar un acuerdo para terminar la guerra y convocar a elecciones nacionales.

Las tropas yanquis lograron lo que parecía difícil: no habría restitución de Bosch en el poder y tampoco se restablecía la Constitución de 1963 que había sido mancillada por las bayonetas fascistas de las tropas de Wessin que defendían el gobierno oligarca que representaba Donald Reid Cabral, con todo el apoyo de Estados Unidos.

Aunque los militares constitucionalistas derrocaron al gobierno de Reid Cabral y aplastaron las tropas fascistas de Wessin, la abrumadora superioridad militar de la soldadesca yanqui revirtió esas derrotas, con el beneplácito de la OEA, experta en golpes y fraudes contra fuerzas progresistas.

Elecciones amañadas

Las elecciones de junio de 1966 no pudieron ser más elocuentes para dar forma institucional al sabotaje a la democracia dominicana: las tropas yanquis se quedaron en el país hasta que Balaguer fuera juramentado, los militares constitucionalistas tuvieron que marchar al exterior, las tropas de esos líderes fueron dispersadas y perseguidas sin piedad.

Balaguer asumió el poder del brazo de los soldados estadounidenses, quienes sacaron el grueso de sus tropas, pero dejaron una enorme estación del Military Assistance Advisory Group (MAAG), que era, de hecho, el nuevo Estado Mayor de los militares del gobierno dominicano, incapaces de tomar una decisión contraria al juicio de sus verdaderos jefes.

Con el gobierno de Balaguer, el Bosch que no salió de su casa a hacer campaña electoral y que al cierre de las votaciones del 1° de junio de 1966 llamó a los ciudadanos a acudir a las urnas “con palos y piedras”, se fue al exterior en noviembre de 1966 ¡por cuatro años! dejando al líder reformista y a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) acabando con la vida de los constitucionalistas y los militantes y dirigentes de izquierda.

Caamaño da el salto

Cuando Caamaño, en el exilio real disfrazado de agregado militar en Londres desde enero de 1966 luego de sobrevivir al atentado del 19 de diciembre de 1965 en el hotel Matum, Santiago, se entera de la situación del país, su primera decisión es acercarse a Bosch.

En Benidorm, España, Bosch y Caamaño llegan a la conclusión de que por elecciones es imposible devolver la democracia a República Dominicana.

El pueblo estaba bajo los efectos del terror y era su responsabilidad formar una fuerza militar revolucionaria capaz de derrocar a Balaguer y hacer una guerra de resistencia –tipo Viet Nam– a la probable agresión yanqui al país.

Bosch, que era quien conocía a los líderes del gobierno revolucionario cubano –Caamaño no–, conecta a Caamaño con agentes cubanos para discutir los términos del apoyo necesario al esfuerzo de concentración, adiestramiento y salida de los combatientes al país para iniciar la guerra de liberación.

Cuando Caamaño viaja a Cuba en octubre de 1967, como jefe militar del plan conjunto con el Bosch jefe político, su objetivo era regresar a Londres, traerse a los jefes militares constitucionalistas y reunir una tropa de al menos 300 combatientes capaces de tomar una ciudad del sur (Azua), avanzar a las montañas y plantar un desafío guerrillero al gobierno de Balaguer en las mismas elecciones de 1970.

Caamaño se queda solo

Dos circunstancias imposibles de prever por Caamaño trastornan los planes: el oficial de Inteligencia cubano, Orlando Castro Hidalgo, quien dirigió la operación de traslado de Caamaño de Londres a La Habana, Cuba, era un doble agente al servicio de la CIA, quien pasó toda la información a sus verdaderos jefes.

La segunda circunstancia: El Bosch que acuerda con Caamaño que el jefe constitucionalista viaje a Cuba, probablemente enterado por la CIA de que ellos tenían conocimiento y control total de la operación, hizo una rueda de prensa en España para anunciar su total separación de Caamaño por su “desaparición”.

Su viuda, María Paula Acevedo, con justa razón, denuncia su desaparición.

Estas eventualidades obligaron a Caamaño a quedarse definitivamente en Cuba, con la agravante de que no podía contar con Bosch y sus esfuerzos por acercar hacia él a Montes Arache, Lachapelle y otros oficiales constitucionalistas, serían infructuosos, por idénticos motivos.

Solo militantes del 14 de Junio lo siguieron hasta el final, en su inmolación y fusilamiento ilegal, el 16 de febrero de 1973, por orden de Balaguer, en el valle de La Lechuguilla, entre Las Pirámides y Alto Bandera.

Ahí cayó sangre honorable, víctima de la traición y la falta de honor militar de sus propios compañeros que debieron garantizar su vida y entregarlo a los tribunales por “comunista, conspirador”, pero nunca matar a un hombre de valor, cobardemente.