La puesta en escena, que oscila entre el vodevil y la comedia romántica, procura visibilizar, si más cabe, el colectivo LGBTIQ+
Bruno y Alex son dos hombres normales: dos ojos, dos piernas, dos brazos, una cabeza cada uno. Bruno es parsimonioso, introvertido, convencional, chapado a la antigua; Alex es todo lo contrario: alborotado, aspaventoso, afectado.
Ambos tienen algo en común: comparten el gusto por su mismo sexo. Al conocerse, algo extraño surge entre ellos que los hace tambalear ante sus propias convicciones y hasta los prejuicios que ambos manejan hasta entonces quedan eclipsados por la intensidad de la atracción que los perturba.
Como premisa, éste es el resumen del argumento que se plantea en la obra de teatro “Smiley”, que recientemente se presentó en Chao Café Teatro, bajo la producción de Héctor Matías y Ramón Santana, a través de sus compañías independientes 11:14 y Apoloniuss, respectivamente.
Esta obra, con texto del catalán Guillem Clua y cuya referencia más cercana fue su versión del año 2022 de la plataforma Netflix, cuenta la historia de amor y desamor, encuentros y desencuentros, de dos desconocidos que, por asuntos del destino, se cruzan en un bar de ambiente y deben redefinir las ideas preconcebidas que tienen, para empezar a deconstruir sus viejos hábitos arraigados y darse la oportunidad de “amar” genuinamente.
La puesta en escena, que oscila entre el vodevil y la comedia romántica, procura visibilizar, si más cabe, el colectivo LGBTIQ+, desde el punto de vista más íntimo, más sentimental y menos panfletario, centrándose en una historia de amor que bien pudiera ser entre dos mujeres, o, quizás, en el modo más convencional, entre un hombre y una mujer que no logran ponerse de acuerdo, a pesar de lo que el uno siente por el otro.
Salvo las ¿ligeras? estridencias del personaje de Alex, que encarna Roger Manzano, con sus amaneramientos, afectaciones y los lugares comunes a los que recurre reiteradas veces, como para justificar su “desparpajo”, pero que lastimosamente entendemos que es la forma más implícita que logra el director (Ramón Santana) para justificar su personalidad, colegimos en que las actuaciones se muestran apegadas a lo que se requiere del texto.
A Héctor Matías, y al Bruno que interpreta, se les hace más fácil el desempeño en escena. Un tipo maduro, de temperamento apacible, temeroso y cauto, quien demuestra inseguridades y complejos que no le permiten vivir su sexualidad a plenitud, brinda al público una actuación de rasgos sobrios.
Ambos actores, Héctor, quien mereció una nominación a premios Soberano como Mejor Actor por la obra “Bony & Kin” y Roger, quien ha encontrado en la plataforma de los microteatros, un nicho para darse a conocer, logran una química interesante, que les hace creíble cada escena.
Además de Héctor, Roger y Ramón, también participa en la producción de esta obra, el escenógrafo Giann Loaces Desangles, completando un cuarteto de gente interesada en romper las reglas del juego y arriesgar la faja con propuestas distintas.
“Smiley” se estrenó en 2012 y ya se ha presentado con gran éxito en países como Chile, Perú, Uruguay, Colombia, Italia, Grecia, Chipre, Alemania, Puerto Rico y Estados Unidos.