Muchas personas podrían hablar sobre la resiliencia, pero Teresa Polanco Tavarez sería un ejemplo magistral de cómo una persona puede florecer tras la pérdida de su esposo y de su negocio. Su proyecto quebró, lo que la hundió en una deuda de casi 10 millones de pesos. No obstante, años después renació como una empresaria exitosa.
Polanco Tavarez nació en El Ranchito de los Vargas, un pueblo ubicado en Luperón, Puerto Plata. Es la número 11 de 12 hermanos, que rodeados de montañas y naturaleza caminaban alrededor de 15 kilómetros para poder llegar a la escuela.
Inició la educación básica un poco más tarde de lo habitual, a los ocho años, pues su familia la protegía, debido a una condición facial con la que nació.
Con 19 años terminó el bachillerato y se mudó a Santo Domingo junto a varios de sus hermanos, para inscribirse en la universidad. Su gran deseo era estudiar medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). No obstante, dice que no tenía la posibilidad de estudiar esa carrera, por lo que eligió algo relacionado, licenciatura en Farmacia.
Recuerda que ese año fue sometida a una cirugía facial, de la que no obtuvo grandes cambios en su rostro, pero esto la hizo perder un semestre. Su inicio en la UASD fue un poco difícil y avanzar fue un gran desafío, debido a que tenía que permanecer en la casa de estudio para poner estudiar. Recuerda había días que entraba a las 7:00 de la mañana y todavía a las 10:00 de la noche tenía clases.
“Lo más difícil para mí era estudiar, porque como los más adultos (sus hermanos) ya eran profesionales, tenía que esperar que todos se acostaran a las 12:00 o 1:00 de la mañana para entonces empezar a estudiar y se me hacía muy difícil, hasta que dije puedo quedarme en la universidad, aunque pasara hambre o algo. Después del sexto semestre, ya sacaba buenas notas, ya estaba al nivel de los compañeros”, señala.
Al graduarse, Polanco Tavarez pasó por varias empresas farmacéuticas hasta alcanzar el puesto de gerente. Económicamente estaba estable, pero su esposo, Magín Jiménez, la coqueteaba con la idea de crear un proyecto propio. En 2002 renunció a su empleo y crearon Lemuel.
“La idea no fue mía, fue de mi esposo. Mi esposo era comerciante y siempre él me motivaba a que pusiéramos un negocio. Yo no quería, porque en esos tiempos yo era gerente, ganaba bien y tenía miedo. Hasta que un día decidí llevarme de él y arrancó Lemuel. Nosotros teníamos 90 mil pesos y recuerdo que faltaba algo para los envases y un hermano mío me prestó 50 mil pesos…, completamos el pequeño proyecto para arrancar en un apartamentito con el permiso de la ley”, señala Polanco Tavarez.
Su esposo era comerciante de ruta, es decir, iba puerta a puerta para vender los productos capilares, de ahí surge la idea de iniciarse con productos capilares, así crearon las marcas Lemuel Products y Melinee Products. Ambas líneas contaban con todos los pasos para el lavado del pelo: shampoo, acondicionador, crema de peinar, bálsamo y gotitas de brillo, entre otros productos.
PASAR DE UNA EMPRESA SÓLIDA A LA QUIEBRA
Cinco años después ya eran una empresa sólida, contaban con 70 empleados y 18 vehículos distribuyendo los productos. “Fuimos bendecidos en poco tiempo… Entre 2006 y 2007 construimos un primer nivel en donde estamos ahora y cuando nos mudamos allá ahí fue lo más triste, no sé, no entendemos cómo pasó, pero sí en un año la empresa se fue a pique”, recuerda con tristeza.
Ahí es cuando el rumbo feliz de Polanco Tavarez cambia de ruta. El negocio quebró, solo quedó ella, su esposo y un hijo-sobrino junto a todas las deudas que había dejado el proyecto.
Afirma que su tipo de negocio era muy vulnerable. No resultó rentable debido a que los productos se vendían a crédito.
“Yo soy cristiana y entiendo que hay cosas que vienen para aprender. Este tipo de negocio era muy vulnerable porque vendíamos a crédito a las amas de casa”, resalta.
Agrega que gracias a Dios los suplidores y clientes entendieron la situación. La lucha fue larga, duraron casi ocho años en crisis con una deuda de más o menos 10 millones de pesos.
Se sustentaban con lo que le facilitaba su familia, las inversiones que tenían hasta ese momento tuvieron que vendarlas, entre ellas su vehículo y apartamento. Pero nunca cerraron las puertas de la fábrica por si alguien iba a usar la maquinaria.
Años más tarde deciden retomar el proyecto. “Yo entiendo que después de todo quien ha estado con nosotros, a partir de ahí ha sido Dios, toda la honra y toda la gloria, después la parte humana”.
GRAN GOLPE: LA PÉRDIDA DE SU ESPOSO
En 2014 trabajan en la línea Coco y Jengibre, que era la punta de lanza de la empresa, ya que es la que sostiene el negocio. Su esposo empezó a promocionarla y pasaron a estar en varias tiendas de la Duarte y la parte este del país. Cuando ya deslumbraba una pequeña luz al final del túnel, su esposo murió de repente.
“A él le había dado un ACV (accidente cerebrovascular) en 2011, pero fue algo sencillo, él no perdió el conocimiento ni nada y le repitió 2015 para no volver”. A partir de ahí, todo cae en picada, lo poco que habían vuelto a construir se había desplomado.
“En ese momento ya yo no me sentía con fuerza, ni con vida, era muy dependiente de él. El negociante era él, yo manejaba la parte interna: la administración y producción, pero en realidad yo no sabía nada de la calle, nada. La cara era él”.
Bajo llanto, pero siempre agarrada de Dios y de su familia, decidió seguir adelante por sus dos hijas. Recuerda que le pedía al Señor que la guiara en este nuevo camino.
“Era la oportunidad de yo seguir avanzando, me llené de valor, bajo lágrimas duré más o menos tres años trabajando, Dios me capacitó, luego de ahí hay cosas que no las entiendo, porque inmediatamente él murió los movimientos en la empresa empezaron a ser más rápidos y a crecer”, comenta.
ESTABILIDAD Y PROSPERIDAD
En 2018 cambió todo. Para ese entonces ya había saldado 8 millones de su deuda y la empresa comenzaba a tener fuerza. Hoy día, la entidad de Polanco Tavarez goza de estabilidad y reconocimiento. Laboratorios Lemuel tiene 21 años en el mercado nacional y cuenta con alrededor de 82 empleados fijos.
Actualmente, manejan cinco marcas de cosméticos capilares y una de cuidado personal e higiene para el hogar. “En la empresa yo soy una hermana, una amiga. Somos una familia”, concluye.
SEPA MÁS
ACOSO
Teresa comenta que su familia siempre se enfocó en trabajar su autoestima, debido a que en su infancia recibió burlas y acoso por la condición facial con la que nació. Esto no le impidió creer en su potencial como mujer y profesional. “Eso me ha ayudado bastante a ser lo que soy”, destaca.