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Argentina
La VII cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que se celebra el martes en Buenos Aires está marcada por la reincorporación de Brasil a este foro político que no escapa a las divisiones ideológicas que atraviesan a la región.
La cita se produce además en momentos convulsos en Sudámerica, a raíz del sofocado alzamiento de manifestantes derechistas en Brasil y las protestas de disidentes políticos en Perú y Bolivia.
La Celac, integrada por 33 países, es un foro de concertación política que nació en 2011 por la iniciativa del entonces presidente de Venezuela Hugo Chávez para diferenciarse de la Organización de Estados Americanos, cuestionada por ese y otros dirigentes izquierdistas por su “alineamiento” con Estados Unidos.
En el encuentro del martes la atención está puesta en la presencia del presidente brasileño Luiz Inacio “Lula” Da Silva, quien tras regresar en enero al poder por tercera vez decidió reincorporar a su país al foro del cual lo había alejado su antecesor, el derechista Jair Bolsonaro,
El dirigente brasileño de izquierda llegó a Buenos Aires el lunes, un día antes del encuentro, con mensajes de crítica dirigidos a la derecha latinoamericana, luego de las violentas manifestaciones de seguidores de Bolsonaro en las sedes de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial de Brasil.
Bolsonaro había sacado tres años atrás a su país de la Celac al considerar que se había convertido en un escenario que daba protagonismo a Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Estas tres naciones, cuestionadas por descreer de la democracia e incurrir en violaciones a los derechos humanos, harán acto de presencia en la cumbre de Buenos Aires, lo que ha disparado la polémica.
La principal fuerza opositora al gobierno del presidente argentino Alberto Fernández rechazó la asistencia del presidente de Cuba, Miguel Díaz Canel.
También criticó duramente la eventual participación del mandatario venezolano Nicolás Maduro, quien finalmente desistió de ir por razones de seguridad y en medio de peticiones de opositores argentinos para que fuera detenido por la orden de arresto que pesa sobre él en Estados Unidos por presunto narcotráfico.
El gobierno venezolano denunció que Maduro no acudía al encuentro debido a “un plan elaborado en el seno de la derecha neofascista, cuyo objetivo era llevar a cabo una serie de agresiones” en contra de la delegación del país. Maduro será reemplazado por su canciller.
El mandatario de Nicaragua, Daniel Ortega, quien decidió días atrás no asistir, también será representado por un funcionario.
La controversia que rodea a la cita contribuyó a que se desluzca.
Patricio Giusto, director de Diagnóstico Político, dijo el lunes a The Associated Press que “va a ser una cumbre gris” donde el foco de atención estará puesto en la presencia de esos gobiernos cuestionados, en “la cuestión de los derechos humanos y no tanto en temas relevantes que la región necesitaría discutir y para lo que el foro de la Celac podría ser útil”.
El gobierno de Fernández, un peronista aliado a Da Silva en la región, ha rechazado las críticas recibidas y sostuvo que la Celac es un ámbito “multilateral” para el diálogo global, al que esta vez han sido invitados representantes de Estados Unidos y China.
La inestabilidad política que sufre Brasil, la mayor economía latinoamericana, y sus vecinos Perú y Bolivia también estará en boca de los participantes, lo que dejaría en un segundo plano el programa que desea impulsar Argentina -que ejerce la presidencia pro tempore-, para que este mecanismo de concertación pase a ser un sistema de verdadera integración.
Perú sufre una ola de protestas luego de que Pedro Castillo fuera destituido y encarcelado en diciembre pasado por haber intentado la disolución del Congreso. Las manifestaciones para exigir la renuncia de su reemplazante Dina Boluarte, antes vicepresidenta, han provocado más de medio centenar de muertos.
En Bolivia se han sucedido las protestas luego de la detención del líder opositor y gobernador de la provincia de Santa Cruz, el derechista Luis Fernando Camacho, a fines de diciembre.
Camacho es investigado por presunto terrorismo por su participación en la crisis política de 2019, que derivó en la renuncia del entonces presidente Evo Morales tras unas elecciones consideradas como fraudulentas.